Reflexiones para tí.

La iglesia: el cuerpo de Cristo

Lo dio [a Cristo] por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Efesios 1:22, 23.

El Nuevo Testamento emplea varias figuras para referirse a la iglesia, que nos ayudan a entender su naturaleza, su sentido espiritual y su misión. Una de las más importantes es la que usa San Pablo en más de una ocasión, al llamar a la iglesia “el cuerpo de Cristo”.

Esto tiene varios sentidos muy ricos, pero el principal, a mi entender, es que Jesús quiere manifestarse a los hombres, amarlos, sostenerlos, ayudarlos, bendecirlos, por medio de personas concretas: sus hijos, que constituyen la iglesia. Hoy, Jesús, aunque siempre presente, según su promesa (Mat. 28:20), es invisible a los ojos humanos, aparentemente intangible para los sentidos humanos; pero se hace visible, tangible, por medio de seres humanos de carne y hueso, que pueden mirar, tocar, amar, ayudar en forma concreta, con actos concretos: sus hijos que conforman la iglesia, sus discípulos (es decir, sus aprendices e imitadores sobre esta Tierra). Ellos pueden ser la voz de Cristo, sus ojos, su mirada y sus manos para aquellos que lo necesitan, lo buscan y lo anhelan.

Por otro lado, la figura de la iglesia como cuerpo de Cristo y Cristo como la cabeza de la iglesia también nos habla del señorío que Jesús debería tener sobre su cuerpo espiritual: él es la Cabeza; es decir, quien piensa, decide, manda, y transmite sus impulsos y sus órdenes al resto del cuerpo. Es el Comando central de la iglesia. La gran tragedia histórica del cristianismo ha consistido en que la iglesia no se ha dejado mandar por Cristo, sino que ha permitido que algún hombre tomara el papel de cabeza de la iglesia en vez de Jesús, o sencillamente ha vivido alejada de Cristo, ajena a su vida y a sus órdenes, y de esa manera ha perdido su sentido y su rumbo. No somos nosotros, como iglesia, quienes tenemos el derecho de hacer la iglesia “a nuestra manera”, de acuerdo con nuestros propios criterios, la mayoría de las veces influidos por la presión social o el egoísmo humano, sino que sus hijos tenemos que dejarnos conducir por Cristo, para hacer su voluntad sobre la Tierra, y no la nuestra. ¿Lo harás?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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