A unos, con agua; a otros, con fuego
Ciertamente el oro y la plata, el bronce, hierro, estaño y plomo, todo lo que resiste el fuego, por fuego lo haréis pasar, y será limpio, bien que en las aguas de purificación habrá de purificarse; y haréis pasar por agua todo lo que no resiste el fuego. Números 31:22, 23.
No todos los seres humanos somos iguales. No todos tenemos la misma estructura psicológica, ni hemos vivido las mismas experiencias, ni hemos madurado de igual manera ni hemos desarrollado la misma fortaleza de carácter, el mismo temple.
Dios, que nos conoce desde antes de nacer, cuando nos formaba en el vientre de nuestra madre (Sal. 139:15-17), y que acompañó toda la historia de nuestra vida hasta el presente (Isa. 46:3, 4), sabe cuál es nuestra capacidad para resistir el dolor y también qué tipo de obra es necesaria en nuestro corazón para lograr sus grandes y sublimes objetivos espirituales y morales con cada uno de nosotros. Él sabe lo que necesitamos para lograr desapegarnos de aquello que nos hace daño interiormente y para que las virtudes de su Espíritu puedan abrirse paso hasta nuestro corazón.
A fin de lograr estos elevados propósitos, Dios emplea distintos recursos. Uno de ellos es la acción directa del Espíritu Santo en el corazón. Es el Espíritu Santo quien limpia el alma del pecado, de los defectos de carácter, y quien va transformando nuestra naturaleza interna a la semejanza de Cristo.
Pero, a veces nuestro corazón es tan duro que el Espíritu parece no poder penetrar en él para realizar su obra regeneradora. Entonces, Dios tiene primero que ablandar nuestro corazón, para que sienta su necesidad de esa regeneración, y utiliza las pruebas de la vida, el dolor, para hacernos reaccionar y subyugarnos a la obra de su Espíritu.
No te desalientes ni desesperes si en este momento estás siendo sometido al fuego de las pruebas. Sí, sé que es doloroso, y que a veces uno se pregunta si podrá resistir o será destruido por el calor. Pero, ten en cuenta que si Dios lo está permitiendo es porque sabe que eres de los que “resiste[n] el fuego”. Y, lo más importante, no es que te entrega flemáticamente a él, sino que él mismo está vigilando la prueba para que, lejos de destruirte, logre su propósito.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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